miércoles, 14 de mayo de 2014

Cuentista

Las historias quieren ser contadas:

París NO era una fiesta, lo siento por tí Ernesto.
París era un desierto que visité como retiro espiritual
con mi mochuelo.
Desierto minado de lagos de fango frío donde sumergíamos
las patas para reposar.
Y separando los dedos de los pies nos crecían membranas.
Caminábamos en un agua hasta las rodillas estrenando
nuestros preciosos pies de rana.
Todo era un alivio.
París era un desierto nublado.
La torre eiffel crecía sobre una nube que subía y bajaba.
Anunciaba lluvia.
Tú reías de estas y otras cosas que yo dibujaba.













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